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"A Punto De Despegar" de Lorena Best y Robinson Díaz

Observadores comprometidos

Publicado: 2016-05-02

A Punto De Despegar, de Lorena Best y Robinson Díaz, contempla el desalojo voluntario de los habitantes del Asentamiento Humano “El Ayllu” (la ex-hacienda San Agustín), ubicada a la espalda del Aeropuerto Jorge Chávez. La película observa una coyuntura, pero no cree necesario ahondar en todos sus detalles. Lo que importa es la humanidad de sus personajes, la cual se va desenvolviendo fraternalmente ante cámara, como si fuera un amigo íntimo que nos va contando el desarraigo comunitario del que está siendo parte. Y es que el film también nos habla de eso, de cómo algunos vínculos se van deteriorando, de cómo una vaga idea de modernidad colinda con el subdesarrollo.  

Se van juntando las anécdotas de los pobladores, en medio de ese ritmo rural que los alberga, interrumpido cada cierto tiempo por el potente sonido de los aviones que alzan vuelo, a tan solo unos metros de su geografía. Una aproximación que no busca, ni crea emprendedores. Se ubica de forma quieta para desenvolver algunos retazos testimoniales

Best y Díaz logran internarse en el corazón de su gente, por lo cual estos no resisten comentar algo en ocasiones; o incluso, bromear frente a la cámara. La distancia entre el documentalista y el documentado se desploma a cada segundo, la soltura del registro es tal que uno llega a sentir que los directores tienen que ser dos pobladores más de “El Ayllu”. De ahí el respeto por la religión de la gente, a quienes vemos trasladar el Cristo que cargaban en las procesiones; un movimiento colectivo que es captado en un magnífico plano general, donde ya no vemos creyentes moviendo un altar, sino guerreros luchando contra lo imposible.

La secuencia final de la película es notable, vemos una especie de ritual de despedida: varios de los habitantes confrontan el fin, algunos con humor, otros con una pena contenida, y es que no hay lugar para el patetismo en A Punto De Despegar. Ya suficiente carga tiene el pueblo con las constantes demoliciones y todo el ajetreo de su propio traslado, porque este no es un mal reportaje de televisión. Es un retrato vital, como la primera escena: unos niños juegan dentro de una caja y gritan sin reparos, esa imagen resume todo el pueblo. Gente con voluntad para disfrutar, y eso ningún Estado podrá aplastarlo, ni con diez mil pistas de aviones.


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